El Congreso de los Diputados, con los votos en contra del PP y la abstención del PSOE, impidió que se reprobaran las palabras de Benedicto XVI cuando afirmó que el preservativo agravaba el problema del contagio del sida. El representante de los socialistas dijo que no era misión del Parlamento dedicarse a eso, mientras que el del PP defendió la libertad de expresión del Papa. Bueno, ni dios pretende que el Papa se calle, pero si se convierte en propagandista de atrocidades que causan la muerte a cientos de miles de personas, no sólo habrá que reprobarle, como hizo el parlamento belga, sino también que utilizar la ley para evitar que eche por tierra planes de medicina preventiva que nos cuestan, además, muchos millones a los contribuyentes europeos. Para rematar la faena el representante del PP dijo: “¿Qué esperaba usted que dijera el Papa?”. Si la coherencia fuera argumento suficiente, carecería de sentido que prohibieran los actos donde se ensalza el terrorismo, bastaría con alegar: “¿Qué esperaba usted que dijera Otegui?”.
Las autoridades científicas deben aclararnos si es cierto, tal y como afirman miembros de la Iglesia en los medios de comunicación, que si el virus del sida fuera del tamaño de una pelota de tenis, los poros del preservativo serían como una canasta de baloncesto, por lo que resultaría inútil para evitar el contagio de la enfermedad. De ser así hay que retirar con urgencia las campañas que recomiendan su uso. Pero si es falso, la ley debe actuar con contundencia, nadie puede jugar con la vida de millones de personas. Sea el Papa o la bruja Lola. ¿Y el PSOE?, abstenerse de condenar esa salvajada, ya les vale.
El Gran Wyoming (Público, 28 Septiembre 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario