El alicantino Miguel Hernández fue uno de los poetas más destacados del país. Al comienzo de la guerra civil se alistó en el bando republicano. Cuando esta terminó fue apresado, pero Pablo Neruda intercedió para conseguir su liberación. Sin embargo, volvió a ser detenido y condenado a muerte. La presión de varios intelectuales consiguió cambiar la pena a treinte años de cárcel. Las duras condiciones de los penales de la época para los presos políticos hizo que Miguel muriera mucho antes de cumplir la pena, a las 5:32 horas de la mañana del 28 de marzo de 1942, con 31 años.
Hoy se han descubierto varias cartas donde queda aún más patente el comprimiso de Hernández con sus ideales. Gonzalo Santoja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, posee estas cartas. Nos cuenta que, estando en la cárcel, Miguel Hernández recibió la visita de José María de Cossío, acompañado de escritores falangistas. Le pidieron que hiciera algún gesto de arrepentimiento o en apoyo al régimen, pero Miguel les echó. Cossío era un amigo del poeta que intentó acogerle en su casa al término de la guerra y luego fue uno de los que intercedió para rebajar la pena al alicantino. Hernández escribió a Cossío comunicandole lo "lamentable" del suceso, pero admitiendo que actuó desde la "pasión" para intentar salvarle la vida. No obstante, Miguel quiso que su amigo hubiese actuado "desde la razón", manteniendo su posición y sus ideas.
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