Madrid Río. Con este nombre bautizó Gallardón a la macroobra del Manzares - M-30. Recorrer la M-30 en este tramo fue, durante no poco tiempo, una aventura. La carretera más peligrosa de Europa, según la UE. Carriles estrechísimos, camiones saliendo de todas partes, curvas imposibles, pérdida de carril sin previo aviso, muros de hormigón como arcén... Para algunos esto merecía la pena, era necesario para enterrar la M-30 y construir la que sería la playa de Madrid. Dejando al margen que con un poco de organización no se habría armado ese pifostio (Rally a Dakar de la M-30, que cantaba Sabina), estas obras han servido para poco. Las playas prometidas se quedarán en tres charcas con una lámina de agua de 3 cm (en su parte más profunda), es decir, que casi no te pasará ni por encima de los dedos del pie. Granito y hormigón serán la arena. Habrá 315 pulverizadores de agua y 72 chorros verticales. Sí los chorros suponen una pérdida cuantiosa de agua, los pulverizadores son una pérdida total de ésta.
La parte positiva: habrá una pradera de 5000 m2, 105 chopos y 185 ginkgos. Ni siquiera esto nos satifasce. El motivo: para hacer esto han tenido que destruir el anterior ecosistema del manzanares que ya contaba con árboles centenarios y poblaciones de patos y gaviotas. El soterramiento de la M-30 tiene una consecuencia medioambiental grave y es que el humo de los coches que antes se repartía en toda su superficie ahora sale en unos puntos mucho más concentrado, en cantidades que no son asimilables por los árboles de la zona. Esto significa que la cantidad de CO2 que llega a la atmósfesra es considerablemente mayor.
El resumen: una remodelación a base de cemento de las que le gustan a Gallardón y con las que ha infectado Madrid (es más rentable para él y sus amigos un centímetro cuadrado de homigón que un árbol). Esta obra seguro que ha dado mucho dinero a las constructuras amigas del alcalde. Por cierto, estará terminado justo en la campaña electoral.
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